Casi todo lo que hacemos a diario en última instancia, implica una guerra espiritual. ¿Estamos dependiendo de las armas humanas, o de las armas espirituales que Dios ha provisto?

Nuestra batalla no es contra carne ni sangre (Efe. 6:10ff; Mateo 16:18). Ninguna batalla con lo invisible es fácil. No podemos luchar contra esa batalla espiritual con armas carnales.

Una de las cosas maravillosas que el Espíritu Santo hace en la vida del cristiano es aplicar las Escrituras a los rincones más profundos de la mente durante un período de tiempo. Cuando nosotros meditamos y memorizamos las Escrituras, el Espíritu Santo las trae a nuestra mente consciente y podemos poner nuestra confianza en el Señor durante las pruebas, las tentaciones, las dificultades y tiempos turbulentos. Estoy convencido de que el Espíritu también utiliza Su Palabra en esa parte de nuestra vida mental que no está dentro de la presencia inmediata de nuestra mente consciente y que no siempre se puede recordar los sentimientos y pensamientos en nuestra mente consciente. El Espíritu Santo usa las Escrituras que hemos estudiado y memorizado para ajustarse incluso a nuestra mente subconsciente a la semejanza de Cristo.

El salmista David escribió: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón, pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno." (Salmo 139:23-24).

El apóstol Pablo en 2 Corintios 10:1-7 nos dice que estamos en una guerra espiritual y las armas de los cristianos no son "carnales" (v. 2). "Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne" (v. 3). Nosotros no actuamos en habilidades humanas, y normas del mundo. La carne es el instrumento humano dispuesto al pecado. Vivimos en este frágil cuerpo, de la debilidad humana, porque las "armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas" (v. 4).

Goodspeed describe estas "fortalezas" o "afianzamiento de fortalezas y fortificaciones de opinión, en la que los hombres se fortalecen contra el evangelio." Ellos pertenecen a la esfera de la voluntad y el intelecto. Esta metáfora  reconoce el carácter desafiante y rebelde del pecado.

El apóstol Pablo nos dice cómo Dios destruye o derriba y domina estas fuerzas que están contra el reino de Dios. "derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (v. 5). En el siguiente versículo Pablo nos dice como actuar en lo que conocemos que  es la verdad de Dios. "Y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta" (v. 6).

¿Cuáles son estas "fortificaciones" contra el reino de Dios? Ellos son "conjeturas", razonamientos, un pensamiento que son las cosas en las cuales contamos. La palabra sugiere la contemplación de las acciones como consecuencia del veredicto de la conciencia. Cada acto de maldad comienza con un deseo que  era sólo un sentimiento en el corazón, pero que, al ser alimentado el tiempo suficiente, se convirtió en un acto de maldad (Santiago 4:1-3).

Las "cosas altas" son la metáfora de una cumbre o  montaña, una cosa  alta se levantó como una barrera o exaltación antagónica. Es algo que "se levanta contra el conocimiento de Dios."

También son "todos los pensamientos" que se oponen a Cristo. ¿Qué te estás diciendo a ti mismo acerca de Jesucristo, el Señor Dios, el Espíritu Santo y Su voluntad para tu vida? Es en el ámbito de los pensamientos, los conocimientos, y las intenciones de la mente del hombre, nuestros procesos de pensamiento, de diseño, que producen las emociones y comportamientos. El apóstol nos exhorta a llevar "cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo".

¿Estamos "listos para castigar toda desobediencia"? Ahí es donde la batalla se gana o se pierde. Tendemos a centrarnos en los trabajos hacia el exterior visible de la carne, pero la batalla es espiritual, que es invisible a los ojos humanos.

Estos prisioneros, que el apóstol Pablo tiene en mente son los pensamientos, los conocimientos de la mente del hombre, y todos son llevados cautivos a la obediencia a Cristo.

Es imprescindible en esta guerra espiritual que sometamos nuestra mente a diario a la Palabra de Dios. Nuestro entendimiento debe ser puesto en cautiverio, llevado a sumisión, como atado con esposas. Llevamos cautivo todo diseño para que se someta a Cristo. Les hacemos un prisionero de Cristo Jesús. Como una persona piensa en su corazón, tal es él. Nuestro pensamiento controla nuestras emociones y comportamiento. "Cada pensamiento de cualquier tipo" se refiere al centro perceptivo o intelectual de nuestro ser y deben ser llevados a la sumisión a Cristo.

"Una vez que las paredes de la mente han sido derribadas, la puerta del corazón se puede abrir", dice Warren Wiersbe. "Pablo es el más audaz de los pensadores", dice A. T. Robertson, "pero él rinde todos sus pensamientos a los pies de Jesús." El gran apóstol es académicamente libre en Cristo.

Es nuestra responsabilidad cuando nosotros permanecemos en el Espíritu para tomar cautivo en los reinos ocultos de nuestra personalidad, que son la imaginación, que puede tomar el control y nos encontramos envueltos en mil cosas que nos daría vergüenza que  nuestra familia y amigos se dieran cuenta (Mateo 15:19-20). Este es el principio del mal en el corazón que debe ser puesto en sujeción a Cristo. Trae a sumisión a Cristo todo lo que no es santo y todo lo que no es verdad en tu mente y corazón. Dios obra en nuestras almas cada vez más para tomar el control de nuestro ser. Cuando nos compenetramos con Dios, Él nos da una profunda paz en nuestra mente y corazón que sobrepasa todo entendimiento. Además nos da una pureza de corazón, y ahí es donde la batalla espiritual se lleva a diario. Todo nuestro ser lo que puede ser llenado con Dios, incluso en las zonas ocultas de nuestra personalidad. "Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Cor. 10:5, Phillips).

Selah!

Mensaje por Wil Pounds (c) 2009 traducido por Katia Blandin